Mi mamá Clementina

(Nunca podré olvidar sus lecciones de amor que me guían hasta ahora)

Hoy desperté muy temprano, antes de lo acostumbrado. Anoche dormí pensando el mi mamá Clementina, que hoy, si Dios no la hubiera llevado a su lado, cumpliría  86 años. Tras despertarme vino el recuerdo de mi infancia, allá en Ayaque, y ver a mi mamá preocupada que el maíz y la arveja crecieran y que no vaya a ser que una plaga echara por tierra los sembríos de mi papá Héctor.

Muy claro vino a mi memoria cuando ella compartía las cosechas con los vecinos más necesitados. Su bondad no tenía límites, por eso la querían tanto. Nunca podré olvidar sus lecciones de amor al prójimo que siempre guían y guiarán mi conducta, mis preocupaciones, mis quehaceres.

Siempre que recuerdo o hablo de cosas referidas a mis estudios me viene a la mente las imágenes de mi mamá Clementina y de mi papá Héctor. Los veo en su incansable labor de vivir para nosotros, pobres pero honrados, dignos y solidarios.

Para mi mamá Clementina, para quién, por no saber leer (no fue a la escuela), los libros, sin sus hijos, no hubieran significado sino hojas en blanco, superficies vacías. Al vernos hacer nuestras tareas y entregarnos con tanto afán a la lectura de los libros (la mayoría prestados), ella nos contemplaba, silenciosa, como entrecerrando los ojos para mirar más allá de lo que estaba mirando.

Hoy comprendo, con  mayor claridad, que mi madre se alegraba porque al vernos leer y escribir, sentía como si fuera ella la que estaba leyendo y escribiendo, como si nuestros ojos fueran sus ojos, como si nuestras manos fueran sus manos. Cuanto nos quiso, cuánto sacrificio para que logremos salir de la pobreza, de la ignorancia, que es la mayor pobreza.

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